Hace años, pero no más de lo que dura una vida, llegó a haber ciento cincuenta habitantes en el pueblo. Hoy quedan unos doce que suben al doble en épocas vacacionales. Y son muchos comparados con otras aldeas de la zona. El Caurel va camino del abandono como toda la montaña en general. Hay muy pocas alternativas para ganarse el pan, nadie con poder verdadero hace nada por mejorarlo y el que lo intenta por su cuenta no es más que un francotirador que, en la mayoría de los casos, se estrella contra la realidad cuando intenta imposibles. Aunque hay que seguir intentándolo, por supuesto. Nuestra incultura es infinita pero hay que hacerle frente e intentar que se convierta en lo contrario.
Pero no quería dejarme llevar por la nostalgia y el enfado que me asalta cuando pienso en estas cosas, sino por el cariño que tengo a ese lugar y a varios de sus vecinos y vecinas. No voy a dar nombres para respetar su intimidad pero ellos saben a quienes me refiero.
Ya conocía el Caurel como visitante antes de conocerlos en persona. Ya me había enamorado de estas tierras. Pero, cuando nos conocimos, nos abrazamos y pudimos hablar infinitas horas un precioso día de otoño, en un Filandón particular hace unos años, descubrí realmente lo que es el Caurel. Más allá de los paseos por sus senderos y sus paisajes, de subir y bajar montañas, conocí a quienes le dan el alma y el significado más importante y verdadero. Conocí a los que lo han cuidado y cuidan dentro de sus posibilidades, los que hacen que cuando la gente va por allí pueda decir lo bonito que es todo y más que fue como recuerdan ellos con nostalgia, cuando todos los montes estaban limpios, las tierras trabajadas, los castaños podados produciendo castañas en abundancia…
He vuelto a verlos siempre que he podido y lo haré siempre. De hecho, he estado allí hace unos días pero ya los echo de menos. No estaban todos porque algunos viven lejos durante parte del año pero estaban también en mi pensamiento.
Antes, cuando me marchaba del Caurel me asaltaba una pena muy grande porque dejaba a una tierra amada que me da la vida cuando la piso, pero ahora dejo, además, parte de mi corazón.
Gracias amigos. Os quiero y estoy deseando estar de nuevo con vosotros en cuanto sea posible.